En medio de la plaza hay una hoguera
para que quemes todo lo que te asusta,
echa leña y sonríe, pues odiar te gusta,
te impacienta tanta espera,
y te enfada la gente de fuera,
y todo lo que a tus deseos no se ajusta,
tú, egoísta, que buscas que muera.
Quema a los maricas
porque crees desean tu culo,
aunque sepas que es un bulo,
pues tus nalgas, no son ni bonitas.
Quema el arte,
aquello que no entiendes,
quema a quien no quiso besarte
o a quien no quiere lo que vendes.
Quema lo que señale tus defectos,
y pon excusas de que es malvado,
quien te cuestione, está equivocado,
sólo tú conoces los caminos rectos.
Persigue a mis plantas sagradas,
humilla mis creencias sin piedad,
se trata de sentido, no de verdad,
se trata de superar la adversidad,
y ni tu fuego ni tus espadas
son rivales para la libertad.
Y cuando todo haya ardido,
cuando creas que has vencido,
nuestra madre se alzara enfadada
por los gritos de tus hermanos,
sufriendo en la tierra quemada
por tu odio a sus regalos mundanos.
Ella,
apagará tu hoguera.
Ella,
matará a tu fiera.
Ella,
volverá a plantar mi regalo.
Y ella,
ni siquiera te dirá algo malo.
Tú,
verás tu ignorancia reflejada.
Tú,
te arrepentirás de tu vida pasada.
Tú,
por mil espíritus serás perseguido.
Tú,
verás cómo tu civilización ha caído.
En medio de la plaza hubo una hoguera
donde un loco quemó todo lo que le asustaba,
nunca quiso entender, ni al conocimiento se acercaba,
y dejó que el miedo le consumiera.
Tú, que lees este poema,
cuando creas que, al odiarnos, tienes razón,
recuerda que el fuego, igual la carne quema,
pero no hiere ni el espíritu ni el corazón.
Comentarios
Publicar un comentario