Ir al contenido principal

Fumar

Quiero encerrarme en mi cuarto y fumar,
quiero llenarlo todo de humo,
espeso y denso, donde me pueda ocultar,
y de todos los males, no ver a ninguno.

Ocultarme de falsos jueces,
de patriotas y otras idioteces.
Que la igualdad sea ley,
pues en la niebla sólo somos sombras,
muere la autoridad cuando me nombras
mas no habrán ni súbditos ni rey.

Ocultar la pobreza,
que tus lágrimas sean de irritación por el humo,
y no de angustia, miedo o tristeza,
que no se pongan en duda mi inteligencia y destreza
sólo por lo que pienso, soy o consumo.

Ocultar tu egoísmo disfrazado de preocupación,
ocultar tus ganas de ser protagonista en cada ocasión,
que tus miedos se vean borrosos,
que la niebla tape tu propia traición,
que nuble el sol que alimenta pensamientos horrorosos,
que asfixie a aquellos que se alzan victoriosos
porque pisan al resto, no por gestos gloriosos.

Mundo perfecto,
donde no se pueda ver, pero sí sentir,
me parece correcto,
fumar no es solo placer, también es vivir.

Tarde o temprano, mi niebla desaparece,
se disipa en el aire, se funde con el todo,
los malvados vuelven a ver, y el problema crece,
ya estoy cansado de lo que el mundo me ofrece,
quisiera desaparecer con mi humo de algún modo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El bosque de los malditos

Nunca hablarás, pues las palabras se clavaron en tu cuello, amor mío, perderás, si por lo seguro sacrificas lo bello. Y manzanas del caos horripilantes moldean la tierra en la que vivo. Y los monstruos de poderes menguantes dejan de torturarme mientras escribo. Y me pierdo en un bosque frondoso sumido en el éxtasis más primitivo, y sé que estoy perdido, mas nunca lo digo, lo creas o no, tú también, amigo, no desesperes, sé cuidadoso, aun no sabiendo jugar, podemos ganar el partido, aun yendo a morir, disfrutaremos de lo vivido. Mira al cielo, ¿Qué ves? Humo blanco, sorpresa de tanto e tanto, digo la verdad, no me crees, si tengo frío, me niegas un manto. Vomita culebras de lengua viperina, oro blanco de las tinieblas, santa y bendita cocaína, dueña del mundo y de sus quiebras, dueña de mortales obtusos y de sus innumerables mierdas. Ave rapaz que consume todo aquello que en el bosque se pierde, escóndete, antes de que se acuerde de que tiene poder sobre lo que nos une. Blanco deseo de ...

Castigo anunciado

Vais a arder, no podréis hacer nada, vais a arder, y probaréis el filo de la espada, vais a arder, y de nada os servirá una excusa elaborada, ni el perdón de una deidad inventada. Y por cada inocencia violada, por cada injusticia no castigada, por cada mente engañada, por cada verdad silenciada. Vais a caer, vais a arder, en esta vida o en la siguiente, heridas en el cuerpo, o en la mente, os espera el dolor, y no podréis huir, qué horror, por no saber qué es lo que se siente, por destruir el preciado puente que conecta con la verdad al que miente. Por anteponer una casa al hogar, por anteponer los lujos al bienestar, por juzgar, por oprimir, por obligar, por creerte quién para poder castigar. Por jactarse de civilizados mientras los cadáveres se pudren amontonados, por culpar a los demás de vuestro egoísmo, por decir querer otro mundo, pero elegir siempre al mismo. Por eso y por más, mil cuchillas rajarán tu piel, por eso y por más, reza a tu Dios, pues pronto estarás con él. Por eso ...

El ciervo y el leñador.

 Érase un leñador que desayunaba cada día en el porche de su casa, en el bosque, viendo a los ciervos comer, mientras tomaba su café, desnudo. Le encantaba observar con qué libertad brincaban, comían... nunca se acercaba a ellos, puesto que sabía que saldrían corriendo. No quería molestarles. Tenía miedo de que no volviesen. De entre toda la manada, había un ciervo que le cayó en gracia. Sus ojos le parecían los más bonitos que había visto. A veces se quedaba varios minutos mirándole fijamente mientras sonreía. En algunas ocasiones, creyó ver que el ciervo le devolvía la sonrisa. Un día, como otro cualquiera, salió con su taza de café a desayunar mientras veía a los ciervos. Puntuales como siempre. Pero no pudo ver al ciervo de los ojos bonitos. "Qué raro" pensó, aunque no le dio muchas vueltas. Al poco, vio a un hombre desnudo salir del bosque. Su figura era esbelta, un cuerpo perfecto, músculos definidos, piel suave, una cara preciosa, y unos ojos grandes e hipnotizantes, a...