Ir al contenido principal

Palo por el culo

Si te sacas ese palo del culo
que te condena a tal rigidez,
verás que el mundo puede ser chulo,
y sólo en tu mente existe la pesadez.

Si escuchas,
si observas,
si luchas,
verás cómo no enfermas.

Mas no es fácil empezar,
el mundo quiere enderezar tu tercer ojo,
no les importa lo que te haya costado abrirlo,
ni que sus sucias manos lo pongan rojo.
¿No da que pensar?
Tratar tu crecimiento como un despojo,
pero, siempre podrás prevenirlo.

Pues con un ojo abierto,
la rigidez es optativa.
La vida, más amiga,
ya tendrás tiempo de vivir en rijidez,
sin tener que navegar en la estupidez,
cuando estés muerto.

No me malinterpretes,
usar el ojo no tiene nada de malo,
lo que te jode, amigo, es ese palo.
La vida no te pide que experimentes,
simplemente que respetes.
Si no te gusta tu ojo, respeta a sus gentes.

El tercer ojo no es una metáfora de sexo anal,
ni es una alusión, ni un eufemismo,
Si publicara esto sin aclararlo, error fatal,
pues muchos siempre pensáis en lo mismo.
Es el ojo que nace dormido,
y, cuando la vida te maltrata,
lo primero que das por perdido,
pero poco a poco se va abriendo,
y, si elijes una vía sensata,
se abrirá, mostrando la verdad,
allanando tu libertad,
y ese palo caerá, junto con tu corbata,
sentirás el alivio que el cuerpo andaba pidiendo,
ese palo, amigo, hace que tu alma se esté muriendo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El bosque de los malditos

Nunca hablarás, pues las palabras se clavaron en tu cuello, amor mío, perderás, si por lo seguro sacrificas lo bello. Y manzanas del caos horripilantes moldean la tierra en la que vivo. Y los monstruos de poderes menguantes dejan de torturarme mientras escribo. Y me pierdo en un bosque frondoso sumido en el éxtasis más primitivo, y sé que estoy perdido, mas nunca lo digo, lo creas o no, tú también, amigo, no desesperes, sé cuidadoso, aun no sabiendo jugar, podemos ganar el partido, aun yendo a morir, disfrutaremos de lo vivido. Mira al cielo, ¿Qué ves? Humo blanco, sorpresa de tanto e tanto, digo la verdad, no me crees, si tengo frío, me niegas un manto. Vomita culebras de lengua viperina, oro blanco de las tinieblas, santa y bendita cocaína, dueña del mundo y de sus quiebras, dueña de mortales obtusos y de sus innumerables mierdas. Ave rapaz que consume todo aquello que en el bosque se pierde, escóndete, antes de que se acuerde de que tiene poder sobre lo que nos une. Blanco deseo de ...

Castigo anunciado

Vais a arder, no podréis hacer nada, vais a arder, y probaréis el filo de la espada, vais a arder, y de nada os servirá una excusa elaborada, ni el perdón de una deidad inventada. Y por cada inocencia violada, por cada injusticia no castigada, por cada mente engañada, por cada verdad silenciada. Vais a caer, vais a arder, en esta vida o en la siguiente, heridas en el cuerpo, o en la mente, os espera el dolor, y no podréis huir, qué horror, por no saber qué es lo que se siente, por destruir el preciado puente que conecta con la verdad al que miente. Por anteponer una casa al hogar, por anteponer los lujos al bienestar, por juzgar, por oprimir, por obligar, por creerte quién para poder castigar. Por jactarse de civilizados mientras los cadáveres se pudren amontonados, por culpar a los demás de vuestro egoísmo, por decir querer otro mundo, pero elegir siempre al mismo. Por eso y por más, mil cuchillas rajarán tu piel, por eso y por más, reza a tu Dios, pues pronto estarás con él. Por eso ...

El ciervo y el leñador.

 Érase un leñador que desayunaba cada día en el porche de su casa, en el bosque, viendo a los ciervos comer, mientras tomaba su café, desnudo. Le encantaba observar con qué libertad brincaban, comían... nunca se acercaba a ellos, puesto que sabía que saldrían corriendo. No quería molestarles. Tenía miedo de que no volviesen. De entre toda la manada, había un ciervo que le cayó en gracia. Sus ojos le parecían los más bonitos que había visto. A veces se quedaba varios minutos mirándole fijamente mientras sonreía. En algunas ocasiones, creyó ver que el ciervo le devolvía la sonrisa. Un día, como otro cualquiera, salió con su taza de café a desayunar mientras veía a los ciervos. Puntuales como siempre. Pero no pudo ver al ciervo de los ojos bonitos. "Qué raro" pensó, aunque no le dio muchas vueltas. Al poco, vio a un hombre desnudo salir del bosque. Su figura era esbelta, un cuerpo perfecto, músculos definidos, piel suave, una cara preciosa, y unos ojos grandes e hipnotizantes, a...