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Pinocho

Tropezándome en un camino
y yo intentando seguir ocho,
como intentando burlar al destino
pero todos somos iguales que Pinocho,
cachos de madera nacidos para arder
con una mirada fría, sin alma ni conciencia,
condenados a un insecto obedecer
por la eterna promesa de la existencia.
Ese carpintero nos ha condenado,
pudo hacernos parte de un barco
y visitar mil mundos desenfadado,
en cambio aquí me tienes,
ahogándome en un charco
con apego a mis bienes
y financiando a un narco.
Qué triste es ser de madera
y para mi dueño ser combustible,
si mi libertad alcanzar pudiera
seguro que le sería inservible,
porque así es como me quiere
manipulable y fácil de quemar,
sin preocuparse de cuántas almas hiere
Pero sé que, en el fondo, nos teme
por eso los hilos nunca cortará
y el día que a todos nos queme
el mismo incendio le matará.

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