Érase una vez una jungla.
En cierta parte de la jungla, moraban cientos de chimpancés y, entre ellos, un puñado de gorilas.
Los gorilas siempre intentaban dominar a los chimpancés, pero nunca se aventuraron a demasiado, puesto que la superioridad numérica de éstos les haría caer sin mucho esfuerzo.
Un día, tras una tormenta de rayos, un gorila encontró un palo con un extremo ardiendo. lo recogió y se lo llevó a los suyos, quienes comprendieron lo que era y cómo usarlo.
Así fue como los gorilas se fueron a robarle comida a los chimpancés, quienes obviamente se resistieron, pero el gorila cogió el palo con llamas y quemó vivo a uno de los monos, haciendo que el resto se calmaran y les dieran parte de su comida en señal de ofrenda.
Al cabo de un rato, empezó a llover, lo que hizo que se apagara el fuego. No obstante al día siguiente los gorilas trajeron el mismo palo que, al verlo, hizo que los chimpancés se apresuraran a darles comida.
Ese ritual siguió día tras día. Los gorilas alardeaban de un poder que no tienen, y los chimpancés le temen a un arma que ya no existe.
Al cabo de varias generaciones, los chimpancés le temían al palo de los gorilas sin saber por qué.
No me gusta cómo termina ésta fábula, así que, al chimpancé que está leyendo esto:
Date cuenta de que aquello a lo que temes no existe. Corre la voz entre los tuyos.
En cierta parte de la jungla, moraban cientos de chimpancés y, entre ellos, un puñado de gorilas.
Los gorilas siempre intentaban dominar a los chimpancés, pero nunca se aventuraron a demasiado, puesto que la superioridad numérica de éstos les haría caer sin mucho esfuerzo.
Un día, tras una tormenta de rayos, un gorila encontró un palo con un extremo ardiendo. lo recogió y se lo llevó a los suyos, quienes comprendieron lo que era y cómo usarlo.
Así fue como los gorilas se fueron a robarle comida a los chimpancés, quienes obviamente se resistieron, pero el gorila cogió el palo con llamas y quemó vivo a uno de los monos, haciendo que el resto se calmaran y les dieran parte de su comida en señal de ofrenda.
Al cabo de un rato, empezó a llover, lo que hizo que se apagara el fuego. No obstante al día siguiente los gorilas trajeron el mismo palo que, al verlo, hizo que los chimpancés se apresuraran a darles comida.
Ese ritual siguió día tras día. Los gorilas alardeaban de un poder que no tienen, y los chimpancés le temen a un arma que ya no existe.
Al cabo de varias generaciones, los chimpancés le temían al palo de los gorilas sin saber por qué.
No me gusta cómo termina ésta fábula, así que, al chimpancé que está leyendo esto:
Date cuenta de que aquello a lo que temes no existe. Corre la voz entre los tuyos.
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