Ir al contenido principal

Prisionero

El otro día fui prisionero,
no por rebelde, ni por malo,
quisiera dejarlo claro,
estuve preso porque quiero.

Porque quise bajar al infierno
a quemarme la piel con su fuego,
porque volví a sentir el apego,
porque quise saborear el anhelo,
porque quise pensar en lo eterno.

El otro día fui prisionero en cama,
sin mordazas, ni cadenas,
pero inmóvil, escuchando a quien me llama,
sin siquiera reales condenas,
sin siquiera merecer la fama.

El otro día me rendí a la tierra,
derrotado,
perdido,
cansado,
deprimido.
Mas no ha acabado la guerra.

El otro día me negué a sonreír,
y tuve que soportar miles de "qué te pasa?"
siento no haberte traído souvenir,
siento no ser tan bueno como tú en vivir,
pero la ayuda que recibo es escasa.

El otro día, cuando quise salir de prisión
le di un beso a mi querida.
Amiga, madre, abuela, portadora de vida.
¿Por qué crees que quiero tu aprobación?
¿Pretendes ayudar aunque nadie te lo pida?

Si no la amas, respéta a quien la ame.
Si la amas, respétala a ella.
Pero no repitas el discurso infame,
mas no dejaré que tu odio deje huella.

Yo fui prisionero
y ella me salvó.
Tú ignoraste mi duelo,
y ella me consoló.

No maldigo el día
que tomamos caminos separados,
maldigo el día
en que empezamos a ser ignorados.
Maldigo el día
que quisiste atacar a los condenados.

El otro día fui prisionero,
y supe que contigo no puedo contar,
decidí salvarme como yo quiero.
¿Tengo que escucharte criticar?

Comentarios

Entradas populares de este blog

El bosque de los malditos

Nunca hablarás, pues las palabras se clavaron en tu cuello, amor mío, perderás, si por lo seguro sacrificas lo bello. Y manzanas del caos horripilantes moldean la tierra en la que vivo. Y los monstruos de poderes menguantes dejan de torturarme mientras escribo. Y me pierdo en un bosque frondoso sumido en el éxtasis más primitivo, y sé que estoy perdido, mas nunca lo digo, lo creas o no, tú también, amigo, no desesperes, sé cuidadoso, aun no sabiendo jugar, podemos ganar el partido, aun yendo a morir, disfrutaremos de lo vivido. Mira al cielo, ¿Qué ves? Humo blanco, sorpresa de tanto e tanto, digo la verdad, no me crees, si tengo frío, me niegas un manto. Vomita culebras de lengua viperina, oro blanco de las tinieblas, santa y bendita cocaína, dueña del mundo y de sus quiebras, dueña de mortales obtusos y de sus innumerables mierdas. Ave rapaz que consume todo aquello que en el bosque se pierde, escóndete, antes de que se acuerde de que tiene poder sobre lo que nos une. Blanco deseo de ...

Castigo anunciado

Vais a arder, no podréis hacer nada, vais a arder, y probaréis el filo de la espada, vais a arder, y de nada os servirá una excusa elaborada, ni el perdón de una deidad inventada. Y por cada inocencia violada, por cada injusticia no castigada, por cada mente engañada, por cada verdad silenciada. Vais a caer, vais a arder, en esta vida o en la siguiente, heridas en el cuerpo, o en la mente, os espera el dolor, y no podréis huir, qué horror, por no saber qué es lo que se siente, por destruir el preciado puente que conecta con la verdad al que miente. Por anteponer una casa al hogar, por anteponer los lujos al bienestar, por juzgar, por oprimir, por obligar, por creerte quién para poder castigar. Por jactarse de civilizados mientras los cadáveres se pudren amontonados, por culpar a los demás de vuestro egoísmo, por decir querer otro mundo, pero elegir siempre al mismo. Por eso y por más, mil cuchillas rajarán tu piel, por eso y por más, reza a tu Dios, pues pronto estarás con él. Por eso ...

El ciervo y el leñador.

 Érase un leñador que desayunaba cada día en el porche de su casa, en el bosque, viendo a los ciervos comer, mientras tomaba su café, desnudo. Le encantaba observar con qué libertad brincaban, comían... nunca se acercaba a ellos, puesto que sabía que saldrían corriendo. No quería molestarles. Tenía miedo de que no volviesen. De entre toda la manada, había un ciervo que le cayó en gracia. Sus ojos le parecían los más bonitos que había visto. A veces se quedaba varios minutos mirándole fijamente mientras sonreía. En algunas ocasiones, creyó ver que el ciervo le devolvía la sonrisa. Un día, como otro cualquiera, salió con su taza de café a desayunar mientras veía a los ciervos. Puntuales como siempre. Pero no pudo ver al ciervo de los ojos bonitos. "Qué raro" pensó, aunque no le dio muchas vueltas. Al poco, vio a un hombre desnudo salir del bosque. Su figura era esbelta, un cuerpo perfecto, músculos definidos, piel suave, una cara preciosa, y unos ojos grandes e hipnotizantes, a...