Hoy me he quedado unos minutos mirando mi copa de vino de la comida. En cómo, en la misma copa, cabe tanto el placer de combinar esa bebida con la comida adecuada para obtener una sensación orgásmica, como pueda caber la desgracia total de una adicción que te pueda costar todo aquello que amas.
¿Cómo puede ser que una misma substancia pueda albergar paraíso e infierno al mismo tiempo?
Al igual que un martillo puede ser usado para construir una casa en un árbol y hacer feliz a un niño, o puede ser usado para abrirle la cabeza delante de la mirada atónita de su madre.
Yo mismo he experimentado paraíso y purgatorio con las mismas cosas. He ido a raves y he experimentado la sincronía de la música con mi alma gracias a las drogas, pero, en otra ocasión, fueron esas mismas drogas las que me hicieron decaer, desarrollar una depresión, o hacerme daño a mí mismo y a los demás.
No sólo con las drogas y con el alcohol: con la comida puedo sentirme satisfecho, o puedo comer compulsivamente hasta que me sienta mal. Con la marihuana, puedo tener una buena experiencia de paz y risas, o puedo llamar a la paranoia, al blancazo, al malestar... Cuando me masturbo o tengo sexo con alguien porque me apetece, llego al éxtasis y se traduce todo en un momento maravilloso de placer, cuando lo hago por sistema, rutina o sin ganas, me cansa, deseo que acabe y no obtengo el mismo placer.
Al negarnos una educación para con nuestro cuerpo y para con las substancias, no sabemos escucharnos. No sabemos usar bien los placeres de la vida. Follamos o nos masturbamos para conseguir aceptación social o hacer que nuestro cuerpo se calle, y la mayoría no intenta usar esa práctica para conocer su propio cuerpo o el de los demás. Empezamos a beber, fumar marihuana y consumir drogas por presión social o curiosidad, y continuamos porque nos desconecta de dolores físicos y mentales durante una temporada, en vez de usarlo únicamente en momentos en los que podría incentivar la creatividad, conectarte con una parte de ti, o simplemente recuperar fuerzas para enfrentarte a tus males más descansado.
Si has pasado una adicción, conoces a alguien que te importa que haya pasado o esté en una, o simplemente te han hablado de ellas con la mentalidad vaga que tiene ésta sociedad al hablar de estos temas, creerás que esas substancias o actos son malos. El sexo es pecado, el alcohol es malo, la marihuana es fatal, las drogas son adictivas... La culpa siempre es de lo que se usa, pero nunca del usuario o del mal uso.
La sociedad, de una manera superficial, nos insta a repudiar todos esos "males": sé abstemio, no fumes marihuana, no consumas drogas, no practiques tanto sexo, no te masturbes que es asqueroso... Incluso con cualquier placer, prefieren limitar: no hables demasiado de tu pasión, no comas que te vuelves gordo... Hasta que tú mismo, tras comerte la cabeza al conseguir dejar la adicción, has llegado a creer que algún tipo de sustancia o práctica es totalmente mala. Dejas de fumar y pretendes que el resto de fumadores lo dejen. Dejas de beber y, aunque no lo admitas, te gustaría que la abstinencia fuera ley. Y, desde lo más profundo de tu ser, te crees superior por haber dejado atrás esos placeres. Crees que eres más libre por no depender de una substancia, pero no lo eres. Aunque ya no seas presa de una adicción, eres presa de otra cosa mucho peor: el miedo.
Lo has pasado mal con una sustancia porque no supiste cómo usarla, ni cómo presentar tu cuerpo o tu mente para usarla. Tras esa mala experiencia, en vez de admitir tu ignorancia, la sociedad te dice "no pasa nada, no tienes que hacerte responsable de tus errores, porque la culpa no la tienes tú, la tiene esa substancia". Tu odio entonces se deriva a la substancia, porque no la quieres comprender, ni quieres escucharte. Sólo quieres venganza, que desaparezca, apartarla del resto para que no "haga daño". Te apartas de ella para no volver a sufrir, y atacas (directa o indirectamente) a los usuarios, independientemente de si controlan o son controlados. Crees ser un hombre o una mujer libre, más cerca de la iluminación, pero en realidad solo eres un/a ignorante asustado/a que ha tenido una o varias malas experiencias.
El mismísimo Buda, antes de llegar a la iluminación, probó con la disciplina asceta y se deshizo de todos los placeres terrenales para ver si llegaba a la iluminación. No solo no llegó, también se dio cuenta de que mantenerse sin escuchar a tu propio cuerpo era signo de ignorancia.
Ser abstemio no sirve de nada más que para salvar tu cuerpo y tu mente de tu propia ignorancia. Puede mantenerte vivo, pero seguirás ignorante.
Puedes dejar de beber, fingir que no quieres alivio sexual, repudiar las drogas y repetir como un loro los peligros del tabaco y la marihuana. Puedes de verdad creer que el problema en tu vida fueron las substancias a las que eras adicto, y "luchar" contra ellas porque tú mismo las has convertido en el enemigo. No niego que es un camino muy fácil: fallar y echarle la culpa a la herramienta en vez de a tus errores. Ésta sociedad se compadece de las víctimas inocentes y los trata como a héroes y heroínas, y los objetos inanimados no se pueden defender. Es el crimen perfecto. Cabezas de turco indefensas ante tus acusaciones, y toda una sociedad cómplice que te aclamará y te apoyará en tu próxima cruzada contra aquellos que se benefician de aquello a lo que fuiste adicto, independientemente de si son ignorantes o no. Pero ten en cuenta, que en tu etapa de abstemio sigues siendo ignorante. Ten en cuenta que esa ignorancia fue la que te hizo caer y tener una mala experiencia. Puedes repudiar el alcohol, el tabaco, la marihuana, el sexo, las drogas, ciertos alimentos y cualquier placer terrenal con consecuencias en su abuso, y luego colgarte medallas y creerte un héroe, un ser iluminado y un paladín del bien, pero la verdad no será esa. No eres una víctima inocente, la culpa no es de los vicios por tentarte, y con tus normas no estás salvando a la gente del infierno que tú pasaste. Eres un ignorante asustado, la culpa es tuya por no escucharte y nos estás arrastrando a todos a tu misma ignorancia.
¿Cómo puede ser que una misma substancia pueda albergar paraíso e infierno al mismo tiempo?
Al igual que un martillo puede ser usado para construir una casa en un árbol y hacer feliz a un niño, o puede ser usado para abrirle la cabeza delante de la mirada atónita de su madre.
Yo mismo he experimentado paraíso y purgatorio con las mismas cosas. He ido a raves y he experimentado la sincronía de la música con mi alma gracias a las drogas, pero, en otra ocasión, fueron esas mismas drogas las que me hicieron decaer, desarrollar una depresión, o hacerme daño a mí mismo y a los demás.
No sólo con las drogas y con el alcohol: con la comida puedo sentirme satisfecho, o puedo comer compulsivamente hasta que me sienta mal. Con la marihuana, puedo tener una buena experiencia de paz y risas, o puedo llamar a la paranoia, al blancazo, al malestar... Cuando me masturbo o tengo sexo con alguien porque me apetece, llego al éxtasis y se traduce todo en un momento maravilloso de placer, cuando lo hago por sistema, rutina o sin ganas, me cansa, deseo que acabe y no obtengo el mismo placer.
Al negarnos una educación para con nuestro cuerpo y para con las substancias, no sabemos escucharnos. No sabemos usar bien los placeres de la vida. Follamos o nos masturbamos para conseguir aceptación social o hacer que nuestro cuerpo se calle, y la mayoría no intenta usar esa práctica para conocer su propio cuerpo o el de los demás. Empezamos a beber, fumar marihuana y consumir drogas por presión social o curiosidad, y continuamos porque nos desconecta de dolores físicos y mentales durante una temporada, en vez de usarlo únicamente en momentos en los que podría incentivar la creatividad, conectarte con una parte de ti, o simplemente recuperar fuerzas para enfrentarte a tus males más descansado.
Si has pasado una adicción, conoces a alguien que te importa que haya pasado o esté en una, o simplemente te han hablado de ellas con la mentalidad vaga que tiene ésta sociedad al hablar de estos temas, creerás que esas substancias o actos son malos. El sexo es pecado, el alcohol es malo, la marihuana es fatal, las drogas son adictivas... La culpa siempre es de lo que se usa, pero nunca del usuario o del mal uso.
La sociedad, de una manera superficial, nos insta a repudiar todos esos "males": sé abstemio, no fumes marihuana, no consumas drogas, no practiques tanto sexo, no te masturbes que es asqueroso... Incluso con cualquier placer, prefieren limitar: no hables demasiado de tu pasión, no comas que te vuelves gordo... Hasta que tú mismo, tras comerte la cabeza al conseguir dejar la adicción, has llegado a creer que algún tipo de sustancia o práctica es totalmente mala. Dejas de fumar y pretendes que el resto de fumadores lo dejen. Dejas de beber y, aunque no lo admitas, te gustaría que la abstinencia fuera ley. Y, desde lo más profundo de tu ser, te crees superior por haber dejado atrás esos placeres. Crees que eres más libre por no depender de una substancia, pero no lo eres. Aunque ya no seas presa de una adicción, eres presa de otra cosa mucho peor: el miedo.
Lo has pasado mal con una sustancia porque no supiste cómo usarla, ni cómo presentar tu cuerpo o tu mente para usarla. Tras esa mala experiencia, en vez de admitir tu ignorancia, la sociedad te dice "no pasa nada, no tienes que hacerte responsable de tus errores, porque la culpa no la tienes tú, la tiene esa substancia". Tu odio entonces se deriva a la substancia, porque no la quieres comprender, ni quieres escucharte. Sólo quieres venganza, que desaparezca, apartarla del resto para que no "haga daño". Te apartas de ella para no volver a sufrir, y atacas (directa o indirectamente) a los usuarios, independientemente de si controlan o son controlados. Crees ser un hombre o una mujer libre, más cerca de la iluminación, pero en realidad solo eres un/a ignorante asustado/a que ha tenido una o varias malas experiencias.
El mismísimo Buda, antes de llegar a la iluminación, probó con la disciplina asceta y se deshizo de todos los placeres terrenales para ver si llegaba a la iluminación. No solo no llegó, también se dio cuenta de que mantenerse sin escuchar a tu propio cuerpo era signo de ignorancia.
Ser abstemio no sirve de nada más que para salvar tu cuerpo y tu mente de tu propia ignorancia. Puede mantenerte vivo, pero seguirás ignorante.
Puedes dejar de beber, fingir que no quieres alivio sexual, repudiar las drogas y repetir como un loro los peligros del tabaco y la marihuana. Puedes de verdad creer que el problema en tu vida fueron las substancias a las que eras adicto, y "luchar" contra ellas porque tú mismo las has convertido en el enemigo. No niego que es un camino muy fácil: fallar y echarle la culpa a la herramienta en vez de a tus errores. Ésta sociedad se compadece de las víctimas inocentes y los trata como a héroes y heroínas, y los objetos inanimados no se pueden defender. Es el crimen perfecto. Cabezas de turco indefensas ante tus acusaciones, y toda una sociedad cómplice que te aclamará y te apoyará en tu próxima cruzada contra aquellos que se benefician de aquello a lo que fuiste adicto, independientemente de si son ignorantes o no. Pero ten en cuenta, que en tu etapa de abstemio sigues siendo ignorante. Ten en cuenta que esa ignorancia fue la que te hizo caer y tener una mala experiencia. Puedes repudiar el alcohol, el tabaco, la marihuana, el sexo, las drogas, ciertos alimentos y cualquier placer terrenal con consecuencias en su abuso, y luego colgarte medallas y creerte un héroe, un ser iluminado y un paladín del bien, pero la verdad no será esa. No eres una víctima inocente, la culpa no es de los vicios por tentarte, y con tus normas no estás salvando a la gente del infierno que tú pasaste. Eres un ignorante asustado, la culpa es tuya por no escucharte y nos estás arrastrando a todos a tu misma ignorancia.
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